25
de Enero
Sexto de Primaria
Lengua Materna
Yo soy primera persona, él está
en tercera persona
Aprendizaje esperado: Redacta
párrafos usando primera y tercera persona.
Énfasis: Identificar las propiedades del lenguaje en diversas situaciones
comunicativas:
- Voces narrativas del relato.
- Redacción en primera y en tercera
persona.
¿Qué vamos a aprender?
Redactarás párrafos usando primera y
tercera persona.
Identificarás las propiedades del
lenguaje en diversas situaciones comunicativas.
En
sesiones pasadas platicamos sobre las particularidades o características del
cuento de terror, y vimos que una de las más relevantes es la tensión, esta
característica, en muchas ocasiones es determinante en el comportamiento de los
personajes, así como para ir generando mayor interés en el lector.
¿Qué hacemos?
Recuerda que las historias suelen tener un personaje
protagonista y un antagonista.
Siempre
hay un personaje principal que puede ser, en términos generales, bueno o malo,
pero que lleva el peso de la historia y el antagonista, es aquel que representa
un obstáculo para los objetivos de nuestro protagonista.
El
protagonista es el personaje en el que se centra la historia, en muchos cuentos
clásicos suele ser el protagonista una persona “buena” y el antagonista, una
persona que no lo quiere y que básicamente representa al “mal”. Esta visión es,
por decirlo de alguna manera, muy simple, ya que existen protagonistas grises,
sin chiste, protagonistas maléficos, protagonistas heroicos, y claro,
protagonistas que son buenos, y lo mismo pasa con los antagonistas.
Hoy
seguirás con los cuentos de misterio, también identificarás distintas formas de
narrar; así como las diferentes voces narrativas que pueden presentarse en un
relato de misterio, además, analizarás
fragmentos de cuentos para descubrir cómo se puede elaborar una redacción en
primera persona y en tercera persona.
Por cierto te recomendamos un cuento que se llama La Rumorosa. Es un cuento que surge
en Baja California, al norte de nuestro país, se trata de una historia anónima,
de esas que se van construyendo de manera colectiva. Lo puedes encontrar en un
libro llamado La Rumorosa y los aparecidos.
La Rumorosa
Dicen que en una ranchería cercana
a la ciudad de Tijuana vivía una enfermera llamada Eva, era muy conocida y
respetada porque ayudaba a los enfermos y a los accidentados; sin importar la hora
iba adonde se lo pidieran. Cierto día, llegó a su casa una señora que le rogó
muy angustiada:
—Señorita Eva, mi esposo está
enfermo, necesita que lo atiendan; por favor, venga a verlo.
—¿Qué es lo que tiene? preguntó la
enfermera.
—Ha tenido mucho dolor de estómago,
toda la noche se estuvo quejando, respondió la mujer.
—¿Por dónde vives?
—Cerca de La Rumorosa, contestó.
—Está lejos dijo la enfermera. Primero
voy a ver a una vecina que también está enferma, pero dime cómo llegar y en
cuanto me desocupe, iré para allá.
La señora le dio las señas del
lugar y se fue. Mientras tanto, la enfermera tomó su maletín y se dirigió a la
casa de su vecina. Terminada su visita, salió rumbo a La Rumorosa
caminando bajo el calor intenso del mediodía, pero en su prisa por llegar
adonde la esperaban, equivocó el camino.
—No veo ninguna casa pensó
preocupada estoy segura de que me dijo que era por aquí.
Ya habían pasado varias horas desde
que saliera de su casa y pronto oscurecería. Tenía hambre y sed porque el agua
que llevaba se había terminado; aun así, trató de no desesperarse. Levantó la
vista y no miró otra cosa que piedras formando los enormes cerros de La
Rumorosa, una sensación de temor la invadió porque sabía historias de ese lugar
en las que se hablaba de aparecidos, brujas y quién sabe cuántas cosas más.
Decidió volver a caminar y
guardando su miedo se metió entre aquellos cerros; con la noche las enormes
piedras que se encontraban por todos lados se transformaban en horrendas
personas y animales que gritaban su nombre: ¡Eva, Eva!
La mujer echó a correr desesperada
entre las rocas hasta que sus pies resbalaron y no supo más de sí.
Con los días, los vecinos fueron a
buscar a Eva a su casa, pero no la encontraron. No volvieron a saber de ella
hasta que en las curvas de La Rumorosa vieron a una mujer vestida de blanco que
pedía raite... el camino era tan difícil que nadie podía detenerse, pero, aun
así, cuando menos se lo esperaban, ¡aparecía sentada a un lado del que iba
manejando! ¡El susto que se llevaban! la mujer se quedaba muda y siempre
desaparecía frente al panteón. Se dice que todos estaban tan espantados que ya no
querían pasar por aquellos lugares, pues corría el rumor de que era la
enfermera muerta.
Otros cuentan que, en hospital de
Tecate, muchos pacientes han sido atendidos por una misteriosa mujer que era
muy cuidadosa en las curaciones y desaparecía siempre que llegaba la enfermera
de turno; a pesar del susto que les dio ver cómo se desvanecía, la mayoría
coincide en que siempre los favoreció.
Mucha gente ha acudido con el padre
para que ayude a la enfermera en pena, pero, como nadie sabe dónde murió, no
han podido hacer nada; así, la muerta seguirá vagando por los caminos de La
Rumorosa durante muchos años más.
(2000). La Rumorosa y los aparecidos. México, CONAFE.
(Texto adaptado)
El
escenario en este cuento es determinante, si la enfermera no se hubiera perdido
en el camino, otra sería la historia, sin embargo, también es importante
resaltar que, en este cuento, no hay un antagonista. Éste es un ejemplo de que,
no necesariamente, las historias necesitan un protagonista y antagonista; hay
muchas formas de narrar. La
Rumorosa es un cuento
que está escrito en
tercera persona.
El
cuento de La Rumorosa lo relata un
narrador omnisciente, que todo lo ve y todo lo sabe, es alguien que nos cuenta cómo se pierde la enfermera en un camino solitario. Las
historias se cuentan desde miradas distintas.
Las
narradoras o narradores son quienes construyen las historias, los que
describen los sucesos. Podemos contar las historias, por ejemplo, en primera
persona; es decir, cuando el narrador es protagonista, es un personaje que
participa de la historia y que cuenta sus propias vivencias, sin embargo,
también las historias pueden contarse en tercera persona, cuando el narrador
observa y cuenta la historia, sin ser parte de ella, pero este narrador,
omnisciente, en tercera persona, lo ve y lo sabe todo respecto a la historia
que narra.
Cuando escribimos en primera persona, nosotros somos los
protagonistas de nuestra historia, es como si habláramos de nosotros mismos;
somos, en ese momento, el personaje de nuestra historia, en cambio, cuando
escribimos en tercera persona, es como si estuviéramos contando lo que le
sucedió a alguien más.
Las historias necesitan que alguien nos las cuente,
porque el narrador, al ser quien cuenta, también es el que las organiza, o
bien, el que dispone la manera de contar los eventos, es decir, el narrador tiene control absoluto de
cómo nos narra la historia. El
narrador, a veces, es un testigo, pero también es el que explica y expone el
conflicto, quien da pistas para entender sucesos, hechos reales o inventados,
el narrador, como pueden ver, puede tener muchas funciones dentro de la historia.
Lo bello de este arte es que todos practicamos, pues
todos contamos historias, por ejemplo: cuando vamos a la tienda y vemos que
algo pasa, regresamos a nuestra casa y nos volvemos narradoras de lo sucedido, contamos rápidamente lo que sucedió. Al hacerlo, tenemos
control absoluto de la historia, quienes nos escuchan, ignoran lo que sucedió
en la tienda, por ejemplo y, dependiendo de cómo articulamos los que vimos en
la tienda, la historia puede variar de muchos modos, en pocas palabras, al ser
narradores vamos recreando con palabras lo que vivimos.
Los
narradores pueden escribir, como dijimos, en primera y en tercera persona. Qué
te parece si lees un par de fragmentos de un cuento para identificar el uso de
primera y tercera persona en algunas narraciones.
El cuarto
de su abuela era un recinto sagrado. Artemio no se animaba a asomar siquiera la
nariz en él, a menos que la abuela saliera y dejara la puerta abierta.
Era una
habitación luminosa, siempre limpia y con un exacto acomodo de los objetos. Y
aunque todos los muebles, la colcha y los pequeños adornos eran de colores
pastel, no dejaba de ser una habitación intrigante.
La luz que
entraba al cuarto por la ventana parecía ser desinfectante, como si el sol y su
brillo, llegaran a limpiar el olor húmedo a crueldad encerrado por las noches.
La abuela
de Artemio siempre vestía elegante, ella era indígena Ch’ol del Estado de
Tabasco, le gustaba confeccionar su ropa y vestirse como si fuera la reina de
Inglaterra. Así que escucharla hablar Ch’ol enfurecida, ataviada con sus
extravagantes sombreros y su bastón con empuñadura de plata, le daban un
aspecto imponente. En varias ocasiones. Artemio tuvo la punta de ese bastón
hiriendo su panza con alguna sentencia amenazante de la abuela.
Es interesante ver este tipo de narraciones en tercera
persona, por ejemplo, cuando el narrador habla del personaje utiliza pronombres
personales como ÉL o ELLA, que son pronombres que están en tercera persona, de
esa manera, nos podemos dar cuenta que la narración se refiere a alguien. Otra
forma de identificarlo es cuando el narrador se refiere al personaje por su
nombre, de esa manera es fácil darse cuenta que estamos ante un texto en
tercera persona.
Qué
pasaría si en vez de “La abuela de Artemio” utilizáramos un pronombre posesivo
y dijéramos “Mi abuela” ¿Te imaginas el mismo texto primera persona? presta
atención a las diferencias.
Abuela
Reina
Es una
habitación luminosa, siempre limpia y con un exacto acomodo de los objetos. Y
aunque todos los muebles, la colcha y los pequeños adornos son de colores
pastel, no deja de ser una habitación intrigante.
La luz que
entra al cuarto por la ventana, parece desinfectarlo, como si el sol y su
brillo, llegaran a limpiar el olor húmedo a crueldad encerrado por las noches.
Mi abuela
siempre viste elegante, ella es indígena Ch’ol del Estado de Tabasco, le gusta
confeccionar su ropa y vestirse como si fuera la reina de Inglaterra. Así que
escucharla hablar Ch’ol enfurecida, ataviada con sus extravagantes sombreros y
su bastón con empuñadura de plata, le confieren un aspecto imponente. En varias
ocasiones he tenido la punta de ese bastón hiriendo mi panza con alguna
sentencia amenazante que mi abuela profiere con furia.
La
misma historia puede escribirse en primera o tercera persona y, aunque la historia no cambie, el punto de vista
y cómo se puedan “sentir” todas las acciones sí cambia.
Cuando
escribimos un texto en primera persona se utilizan pronombres como YO, MI o ME.
¿Qué
te parece si haces el intento de pasar un texto de tercera persona a primera?
Ahora vamos a
transformar el texto de una gran artista mexicana, la escritora, Amparo Dávila,
admirada cuentista de terror y misterio.
Primero
lee el fragmento del cuento “La señorita Julia”
“La
señorita Julia, como la llamaban sus compañeros de oficina, llevaba más de un
mes sin dormir, lo cual empezaba a dejarle huellas. Las mejillas habían perdido
aquel tono rosado que Julia conservaba, a pesar de los años, como resultado de
una vida sana, metódica y tranquila. Tenía grandes y profundas ojeras y la ropa
se le notaba floja, sus compañeros habían observado, con bastante alarma, que
la memoria de la señorita Julia no era como antes, olvidaba cosas, sufría
frecuentes distracciones y lo que más les preocupaba era verla sentada, ante su
escritorio, cabeceando, a punto casi de quedarse dormida.
Ahora
intentemos que la Señorita Julia nos cuente ella misma. Vamos a intentar
ponerla como narradora en primera persona, verás que es muy divertido.
·
La señorita Julia,
como la llaman sus compañeros de oficina.
·
Señorita Julia, me
llaman mis compañeros de oficina.
Lo
siguiente dice así:
·
“… llevaba más de un
mes sin dormir, lo cual empezaba a dejarle huellas.”
Cambiarlo
para que quede en primera persona sería así:
·
“… llevo más de un
mes sin dormir, lo cual empieza a dejarme huellas”.
Continúa
así:
·
“… las mejillas
habían perdido aquel tono rosado que Julia conservaba, a pesar de los años,
como resultado de una vida sana, metódica y tranquila”
Cambiarlo
de esta manera a primera persona quedaría así:
·
“Mis mejillas han
perdido aquel tono rosado que conservaba, a pesar de mis años, resultado de una
vida sana, metódica, tranquila”.
Ahora
realizarás tu propio cuento de terror, ve a la página 67 de tu libro de texto.
Toma en consideración los siguientes pasos.
Las
narraciones despiertan emociones en el autor o la autora cuando escribe y, en
ocasiones, no hay tiempo para detenerse en la estructura del cuento, al
contrario, son momentos donde simplemente hay que escribir. Ya después, al
releerlo y hacer correcciones, quien escribe elige cómo acomodar su cuento y
darle una estructura.
Para escribir tu
cuento, se recomienda que piensen en atmósferas lúgubres,
por ejemplo, la neblina que baja en cerros, la oscuridad de la milpa, la
oscuridad en la ciudad o en la comunidad, en personajes extraños que surgen del
río, o que aparecen de las sombras en alguna esquina.
Por ejemplo:
·
“Cuando vi sus ojos
rojos en la oscuridad, supe que no tenía alternativa, tuve que correr para
salvar mi vida”
·
“Cuando vio sus ojos
rojos en la oscuridad, supo que no tenía alternativa, tuvo que correr para
salvar su vida.
Te invito
a leer un cuento de terror que escribió Lucio, un estudiante de sexto en la
CDMX.
¿Cómo le va, señor?
En
las vacaciones de invierno siempre íbamos a pasar unos días a casa de mis
abuelitos, su casa estaba dentro de un edificio antiguo, siempre oscuro y frío,
no importa la hora del día, nunca podías ver nada si no había una luz prendida,
el edificio tenía unos pasillos muy largos y había un elevador muy viejo.
Uno
de esos días de vacaciones, mi familia había salido a comprar algo para cenar,
yo estaba solo en la casa, como a las seis de la tarde sonó el timbre, era el
vecino de al lado.
Les
llegó un paquete, el portero me avisó que tienen que bajar por él al sótano, le
di las gracias, tomé las llaves y me fui hacia el elevador, apreté el botón y
esperé, subí al ascensor y, ya iba bajando, cuando se detuvo en el piso tres.
Las puertas se abrieron y ante mí, dentro de la oscuridad, apareció un señor
muy elegante.
-
¿Cómo le va señor? lo saludé.
-Muy
bien muchacho, gracias, ¿vas al sótano? yo vine a ver a mi familia, pero ya me
voy, tú eres el nieto de Ernesto, ¿Verdad? salúdame a tu abuelo, dile que
pronto vendré a visitarlo. Oye, ¿Podrías apretar el botón de planta baja por
mí?
-Claro,
que sí, señor.
Al llegar a la planta baja, se abrieron las puertas y,
con una sonrisa, se despidió de mí y desapareció. Yo recogí el paquete y
regresé al departamento, cuando mi familia regresó, mi abuelo, estaba muy
serio, sus ojos no eran los mismos, no brillaban como antes, entonces mi mamá
dijo: Hoy en la mañana nos enteramos de que un amigo de tu abuelo que vivía en
este edificio murió.
Mi
abuelo tenía la cara muy triste, fue al librero y tomó una fotografía, después
me la enseñó y me habló en voz muy baja.
Éste
es Josué, mi amigo, míralo aquí estamos los dos celebrando el cumpleaños de tu
mamá. Observé la foto y miré fijamente a las personas que salían ahí,
sonreí muy tranquilo y le dije:
-Ah,
no estés triste, es una confusión abuelito, yo lo acabo de ver, nos encontramos
en el elevador, comentó que te quería y que pronto vendría a verte, es un señor
muy amable, eh.
Mi
abuelo palideció, los ojos de mi abuela y mi mamá eran grandes, parecían llenos
de miedo. Yo no entendía qué había hecho o dicho mal. Finalmente, mi abuelo se
levantó y me dijo: Supongo que siempre regresamos a despedirnos de las personas
que queremos, mientras una lágrima recorría su mejilla.
Conversa
con tu familia y pregunta, si alguien tiene una historia terrorífica que te
inspire para escribir.
¡Buen trabajo!
Gracias por tu esfuerzo.
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